“El otro siempre podrá leer cosas que jamás pensamos que íbamos a decir"
(Hugo Mancuso)
Han usado mi bicicleta. Cual talón de Aquiles la han fotografiado y convertido en un arma. Caro error.
Porque más allá de ser una herramienta de trabajo, es para mí la continuación de mi persona, diría una parte de mi vida. No la vendería ni por todo el oro del mundo.
Oro. Palabra que hasta parece verbo, que puede comprar identidades, volver lobo a los pastores, resucitar inquisiciones, comprar aberraciones escritas, escandalizar a los Pilatos, y encumbrar a los moralistas tal vez.
Lo que no puede, es hacer caer argumentos genuinos, quebrar la fortaleza de quienes con su vida el lugar donde viven, lo que no puede hacer el oro-“gracias a dios”, es comprar inteligencia, apagar con las dádivas una llama que fulgura en el corazón por siempre. Es lo que me hace pensar que conocer la tierra no sólo es lo que manda el discurso recortado que se escucha en los medios de comunicación, muchos minerales son prescindibles. Los pueblos son los imprescindibles, intangibles, no son ciudades de papel ni lugares sacrificables. Hay que defender la tierra porque es la vida.
El Evangelio señala que si tu ojo te escandaliza…debes desprenderte de él. La lectura intencionada de un cartel ¿escandaliza?
Hay una bicicleta que, insisto, es mía, y por estos días es demonizada en Catamarca para gloria de los poderes de turno y la corte de emprendimientos foráneos y sus amanuenses serviles. Yo, el ciudadano Aldo Flores, no tengo más bienes que mi vida y esa bicicleta, tuve la idea de transitar por el pueblo con un cartel que decía “Haga Patria M.A.T.E.A.E.MINEROS”. Olvidé que hay mentes enfermizas que maquinan, demonizan y a la vez afirman con pudor: “Se teme a lo desconocido”.
Es triste para la docencia comprobar que las mayorías licenciadas, las autoridades, los dirigentes, las más altas investiduras judiciales y eclesiásticas no sepan diferenciar una sigla, de una frase, y se haya mandado a detenerme y secuestrar mi bicicleta, y lo que es peor aún haberse reunido para conjurar. Disponer después que el cartel quedara en la comisaría, secuestrado en manos de la justicia.
Por un mensaje con el que-en todo derecho según la Constitución Nacional y los Derechos Humanos-sin más poder que la palabra, intentaba hacer mi lucha contra ese monstruo llamado minería a cielo abierto, desde mi pobrísimo lugar. Era sólo un mensaje Haga Patria Movimiento Andalgalense Todos Enfrentados a Emprendimientos Mineros”.
Probablemente por estos días los escandalice el catecismo cibernético-avalado por el Intendente Perea y demás, que anuncia a los pueblos del mundo que: “Dios es inalámbrico”, y puede ser que ante tamaño sacrilegio aparezcan cientos de cartas y “manifiestos felices” con sellos adulterados, representaciones jerárquicas, que sólo dan cuenta de que la dictadura nos ha dejado-a algunos-la peor marca: perseguir.
Perseguir al que no piensa igual, al que no coincide con las ideas de los que piensan que la plata llueve de la minería, y ese solo hecho es suficiente para no pensar…porque ellos ya están pensando por nosotros.
Decía Eduardo Galeano sobre el paraíso: “Si nos portamos bien, está prometido, seremos todos iguales, sin distinción de raza, sexo, idioma, religión ni opinión. Todos veremos las mismas imágenes y escucharemos los mismos sonidos y vestiremos los mismos vestidos, y comeremos la misma comida, y estaremos solos dentro de la misma soledad dentro de casas iguales en barrios iguales en ciudades iguales donde respiraremos la misma basura y seremos conducido por los mismos automóviles y programados por las mismas computadoras, en un mundo que será maravilloso para todo lo que no tenga ni patas ni alas ni raíces. Yo le agregaría: ni alma.
Coincido en un punto de lo escrito en las cartas que se publicaron. También me pregunto como los miles de millones de Natalias Orellanas y Martas Castros: ¿Qué nos está pasando como sociedad? Recordemos que el fin no justifica los medios…¿qué es lo próximo?
Las preguntas tienen una larga respuesta: el 12 de Julio de 2007, aniversario de la Fundación de Andalgalá, militarizaron el pueblo. Trajeron brigadas de perros, gastaron lo indecible en guardianes personales, cerraron el paso de una calle céntrica, incomodaron al ciudadano, invitaron a debatir sobre la minería usando el nombre del Obispo, parapetaron policías en la puerta y en el interior del antiguo cine y gastaron saliva hablando del diálogo. ¿Quién puede dialogar en un campo de concentración?
¡Menor debatir! Ni teniendo al Obispo de garante. No fueron ni los que invitaban. Puro fracaso. Fracaso para el pueblo. Sólo Aldo Flores y los cuestionados ambientalistas dijimos presente.
Todavía estamos de pié. Curiosamente, están pidiendo que regresemos. Pero esto, Señores, no se negocia. No somos funcionales a la dádiva. Lo cierto es que nunca nos fuimos, ni tampoco nos ocultamos, siempre nos mostramos a cara limpia.
Sin dinero y sin poder político corrupto, podemos caminar bajo la protección de nuestros santos San Francisco y San Expedito, a la palestra y con las monedas dignas de los que sí construyen y defienden Andalgalá.
Nada nos constriñe, todo nos compromete de corazón. En todos los puntos del país hay gente que conoce y alienta a “ese grupo minúsculo” al que pertenezco. Admiran nuestra fortaleza, saben de nuestros desvelos y sacrificios.
Donde el poder de turno sella las puertas, el poder supremo de Dios nos abre el doble de ellas, y nos da oportunidades.
Hemos ofrecido en Andalgalá la visita y el conocimiento de autoridades en materia ambiental, que costeando viajes de sus propios bolsillos, destinaron su tiempo a mi pueblo. Y no hubo discursos rentados. Ciertamente. ¿Qué es lo próximo?.
No “matar”. Luchar por la vida.
Marcos Aldo Flores.
DNIN 8.045.605.-